Fué algo más que palabras lo que hubo en el encuentro del pasado sábado 1 de mayo.
Pues las palabras por sí mismas, en ocasiones, no pueden transmitir, la fuuerza de los sentimientos.
O de las emociones.
Cuando nos quisimos dar cuénta, ahí estaba él. Había llegado -tal y cómo se marchó- casi de incógnito, subrepcticiamente. Y de pronto estaba en el estrado con su libro de laudes -humilde- en la mano.
Presidió el rezo de las vísperas. Después escuchó la explicación de Jesús Serrat sobre las distintas etapas del Camino, que fueron trufadas de experiencias de hermanos, Pedro, Cristina, José Antonio, Rosa y Daniel, todos con un denominador común: el encuentro con el Amor de Cristo, a través de su vida, no libre ni exenta de sufrimientos, ni mucho menos.
Las palabras de don Jesús que vinieron después fueron bálsamo para el espíritu, que trajeron la paz a nuestra alma.
Estaba ya la casa sosegada.
Este obispo, este pastor, este hombre es de los que se viste por los pies. ¡Justo lo que necesitamos!
¡Por fin, encontramos alguien en la jerarquía de la Iglesia que habla sin melindres y sin miedo a las palabras!
Que al fin no muerden.
Una fínisima inteligencia se dejó entrever y una sabiduría en el conocimiento del alma humana, esa jungla donde todo el mundo se pierde tantas veces. Pero fue -y nunca mejor dicho- "cocinero antes que fraile (franciscano)- y se nota mucho.
Sabe de que va la guerra y conoce al Enemigo.
Llegué con tres heridas: la de la amor, la de la muerte y la de la herida, como reza la vieja canción.
Y salimos con la boca llena de risas y la lengua de cantares.
¡BENDITO SEA DIOS¡
Pues las palabras por sí mismas, en ocasiones, no pueden transmitir, la fuuerza de los sentimientos.
O de las emociones.
Cuando nos quisimos dar cuénta, ahí estaba él. Había llegado -tal y cómo se marchó- casi de incógnito, subrepcticiamente. Y de pronto estaba en el estrado con su libro de laudes -humilde- en la mano.
Presidió el rezo de las vísperas. Después escuchó la explicación de Jesús Serrat sobre las distintas etapas del Camino, que fueron trufadas de experiencias de hermanos, Pedro, Cristina, José Antonio, Rosa y Daniel, todos con un denominador común: el encuentro con el Amor de Cristo, a través de su vida, no libre ni exenta de sufrimientos, ni mucho menos.
Las palabras de don Jesús que vinieron después fueron bálsamo para el espíritu, que trajeron la paz a nuestra alma.
Estaba ya la casa sosegada.
Este obispo, este pastor, este hombre es de los que se viste por los pies. ¡Justo lo que necesitamos!
¡Por fin, encontramos alguien en la jerarquía de la Iglesia que habla sin melindres y sin miedo a las palabras!
Que al fin no muerden.
Una fínisima inteligencia se dejó entrever y una sabiduría en el conocimiento del alma humana, esa jungla donde todo el mundo se pierde tantas veces. Pero fue -y nunca mejor dicho- "cocinero antes que fraile (franciscano)- y se nota mucho.
Sabe de que va la guerra y conoce al Enemigo.
Llegué con tres heridas: la de la amor, la de la muerte y la de la herida, como reza la vieja canción.
Y salimos con la boca llena de risas y la lengua de cantares.
¡BENDITO SEA DIOS¡
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