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viernes, 9 de abril de 2010





Bajo el título "Ratzinger ante los monstruos", Gabriel Albiac entra de lleno en la carta del Papa ante los abusos. Al principio de su texto asegura que "no es necesario creer en nada, salvo en la inteligencia, para apreciar la elegancia conceptual de Benedicto XVI. Puede que sea incluso más sencillo".

"La Carta pastoral a los católicos de Irlanda del 19 de marzo es un tratado de los monstruos. Repleto de sabiduría. Y de piedad. Ambas son lo mismo: ¿y quién no recuerda la pena de la criatura de Frankenstein en la película prodigiosa de James Whale: «soy malo porque sufro», soy un monstruo porque sufro, soy un monstruo porque soy humano?",señala Albiac en su artículo publicado este miércoles en "Abc".

Gabriel Albiac añade que "los monstruos son signo de lo más encubierto del alma humana: 'monstruo de sueños', llama al alma Malraux. Signo de lo más oscuro. También, de aquello que nos horroriza porque lo sabemos parte del coste sombrío de ser hombre. El monstruo es la parte de lo humano que nadie soporta ver".

Por ello, continúa que "el abuso sexual de los menores-en torno al cual en la Iglesia irlandesa gira la dolorosa carta de Ratzinger- es uno de los más universales horrores que anidan en el inconsciente humano".

En su opinión, "Benedicto XVI, que como Papa escribe a la grey que le fue encomendada, lo hace con todo el saber de Ratzinger. No oculta lo peor: que la rotura anímica que la agresión infantil impone no curará nunca en la edad adulta. Y que el consuelo espiritual no exime de la justicia".

"Dios, tiene necesariamente que pensar un Vicario de Cristo, perdona. La ley de los hombres, no. Así tiene que ser, esas son las reglas del juego que distinguen lo divino de lo humano. La ley debe primar ahora. Y la Iglesia cargar con el coste de no haber velado lo bastante sobre sus pastores. Es duro aceptar esa culpa. Y admirable que un Papa se atreva a decirlo: «Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos». Y en la asunción de esa culpa colectiva, Benedicto XVI persevera en el rigor teológico de Ratzinger. Admirable. Aun para aquel que no cree. Para él, sobre todo", afirma

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