ÁNGEL

Desde luego es posible confundirse y creer que es una leyenda infantil –una mas- como la del ratoncito Pérez –que por cierto tiene una explicación muy interesante- u otras que todos los niños del mundo, o por lo menos de esta parte del mundo, alguna vez en nuestra vida las hemos escuchado.
Nada más falso. Estoy hablando de los ángeles; de la existencia de los cuales, los católicos estamos convencidos, tanto de los buenos como de los malos. No hay más –para ver cómo se las gastan estos últimos que darse una vuelta por las noticias del mundo-.
La doctrina de la Iglesia Católica establece que los ángeles son Seres inmortales, creados por Dios, dotados de inteligencia –muy superior a la nuestra- y voluntad. No puede ser vistos ni oídos por los seres humanos, a no ser que el Señor se lo permita, siempre en ocasiones especiales y la reacción de los seres humanos ante su presencia es siempre de asombro y respeto, por ejemplo –y hay muchísimos tanto en Nuevo como en Antiguo Testamento, el profeta Daniel, Zacarías o la propia Virgen María o San José. A Jesucristo los ángeles le daban consuelo en el terrible momento de Getsemaní.
Otro día hablaremos con más profundidad –si os parece- del tema que es interesantísimo para los cristianos. Pero hoy quiero referirme a un ángel muy especial, que es particular para ti y para mí; se trata de tu ángel custodio. Nada más equivocado –vuelvo a reiterar que pensar en cuentos de hadas-. No es ningún cuentito y os contaré algo que no sé muy bien cómo ha llegado hasta mí.
Sucedió una noche en una ciudad de USA. Era una muchacha joven y bonita que venía de retirada después de una noche de juerga y alcohol. Sus amigos, cercana ya la madrugada se despiden de ella que los ve marchar a toda prisa en su coche. Tiene que caminar unos centenares de metros sola hasta llegar a su casa. La calle entera de chalets está profundamente en silencio y dormida.
Al llegar a su casa, la chica descubre con horror a un individuo que espera algo o alguien, a la difusa luz de una farola. No tiene buena pinta, un escalofrío recorre el cuerpo entero de ella que no tiene más remedio que pasar ante él para entrar en su casa.
Mentalmente se acuerda de una antigua oración que de pequeña le enseño su madre: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes sola ni de noche, ni de día…”
Al pasar a su lado el individuo bruscamente se da la vuelta y hosco, huye. Se aleja despareciendo espectralmente en mitad de la noche. Ella puede oír su respiración entrecortada y cómo musita alguna frase que no llega a entender.
Pasa el tiempo y el incidente se pierde en la memoria. Los días y sus trabajos se van encargando de echar sobre el terror de aquella noche su manto de olvido.
Pero un día sentada ante el televisor las Noticias hablan de la detención por la policía de un peligroso violador y asesino de muchachas jóvenes. En el juicio se confiesa autor de veinte crímenes y violaciones, una de ellas cometida a escasos metros de su casa.
Era el mismo individuo. Confesó al juez que aquella misma noche había tenido la oportunidad de violar –como a él gustaba- a más de una niña.
-Pero pasó un caso curioso juez –dijo el violador-. Al principio pude ver que una chica preciosa se acercaba a mí desde un coche después de que la dejasen sus amigos. ¡Ésta no se me escapa! –pensé. Pero poco a poco y a medida que se acercaba cuatro o cinco policías, salidos de no sé dónde, la acompañaban. Me acojoné, claro y salí de allí por patas. De no ser por los maderos allí mismo caía.
Hasta aquí el relato –escueto de los hechos-.
Insisto no es ningún cuento de hadas. Los ángeles custodios son seres muy poderosos que Dios pone a nuestro lado para que nos ayuden en todo tipo de situaciones. No pueden engañar ni engañarnos.